Ni de cántaros ni de fuentes
Por César Pibernus (*)
En el viaje de regreso del último plenario de secretarios generales de Amer, invitamos a subir al auto a dos docentes que retornaban a dedo a Sauce de Luna, donde residen. El eufemismo técnico de esta estrategia es “autotransporte”.
Estos docentes se “autotransportan” todos los días hasta Villaguay y viceversa. Si bien trabajan en el turno tarde de una escuela primaria (de 13 a 17 horas), salen de su casa a las 6 de la mañana para regresar a las 20. Esa tarde recorrimos con ellos los 6 kilómetros que separan la entrada a Villaguay del cruce con la ruta 6. Aún debían “autotransportarse” cerca de 70 km para llegar a su casa. Eran casi las 18 de un día miércoles.
Trabajadores como ellos fueron denunciados. Lo fueron por el CGE en febrero y por el Defensor de Menores, Maximiliano Benítez, en estos días, en el marco de procesos de demanda salarial, apuntando a su derecho a hacer huelga.
Ambos docentes cobran de sueldo poco más de 7 mil pesos y el día de abril que se firmó el acuerdo salarial por el que se liquidan, los combustibles registraban el primero de varios aumentos de precio que se dieron hasta hoy.
El colectivo docente entrerriano es un conjunto muy diverso, que reúne a trabajadores de la educación distinguibles (aunque inescindibles) según muchos criterios: antigüedad, formación docente, nivel, modalidad, origen social, rol en el sistema, dedicación exclusiva o no al trabajo docente, activo o jubilado… Es una identidad compleja, no abundaremos en la cuestión ante tanta bibliografía disponible, pero en un docente conviven muchas identidades aunque, prioritariamente, debamos destacar dos en este caso: trabajador de la educación y ciudadano.
En esa diversidad, debemos señalar que estos docentes que hacen dedo para ir y venir cada día del ciclo lectivo no son la excepción, no son una rareza. Por el contrario, constituyen una población que recurre a transportarse así para trabajar en alguna dependencia estatal (o estatal de gestión privada) entrerriana.
De allí que esa diversidad también pueda analizarse mediante otro criterio: desde las tensiones que experimenta cada trabajador en su relación con el Estado-patrón. En el caso señalado, hay una tensión en cuanto al transporte docente, a las condiciones para llegar al sitio donde trabaja desde su residencia.
Pero, seguro, no es la única que estos dos compañeros experimentan. Podríamos mencionar muchísimas otras, por ejemplo aquellas ligadas a la estabilidad, a lo infraestructural, a los comedores, a la papelería, a los contextos de violencia, a lo curricular… etc., etc., etc…
Cada una de estas tensiones presenta un carácter más o menos generalizado en ese complejo colectivo, a su vez cada docente tiene relación con varias de ellas simultáneamente. Hace algunas semanas, una docente denunció haber sido fumigada, aspecto muy vinculado a las escuelas rurales y bastante más ajeno a las urbanas (o a la mayoría) que está asociada a otras problemáticas. Lo mismo ocurre con los contextos de violencia, o la problemática del transporte. El docente, como trabajador y como ciudadano, tiene mucho para decir y contar sobre estas tensiones que experimenta indefectiblemente todos los días. Es más, lo hace permanentemente a título personal pero también en convocatorias colectivas.
¿De dónde sale el malestar que nutre marchas, asambleas, volanteadas? De causas muy complejas, pero muy prioritariamente nace de ese nudo de tensiones que los trabajadores experimentan.
De todas ellas, debemos destacar que la cuestión salarial es las más generalizada por muchos motivos, básicamente es una experiencia que involucra a todo el colectivo por razones obvias: lo reúne por su común relación con la satisfacción de necesidades. De allí que el Gobierno aborde estos procesos intentando generar un quiebre entre ellos en una especie de “madre de todas las discusiones”. Suele probar enfrentando jubilados y activos, docentes de primaria y de secundaria, directivos y docentes de aula, docentes de distintas antigüedades. Es una disputa en que el conjunto como tal se muestra más convocado, incorporando además el resto de las tensiones que experimenta cotidianamente con el Gobierno, sea transporte, estabilidad, comedores, potabilidad el agua, sanidad…
Los docentes están podridos de vueltas, conocen las mañas del interlocutor y ese buche produce un malestar excepcional. Sobre esa sensibilidad particular recaen las maniobras del Gobierno como lo son las conciliaciones obligatorias o la cautelar de estos días. La reacción no es inexplicable, mágica o caprichosa pues tiene esas condiciones como base. Este malestar tan particular es el que nutre multitudinarias y sucesivas marchas docentes en ciudades donde ninguna acción política (no necesariamente partidaria) reúne ni la mitad de estos participantes una sola vez. Docentes que hacen dedo, que pintan escuelas, que fueron en vano a la Justicia para resolver alguna situación de violencia, a los que le caen con admirable frecuencia inauguraciones y actos de entrega, que venden pollos, que no pueden titularizar, que no cobran por errores administrativos, para citar algunos ejemplos concretos y no abusar de la gentil longitud requerida por este prestigioso medio.
El lunes, cuando ese malestar estaba en punta, cuando la incertidumbre y la calentura docente buscaban cauce ante el acatamiento de la cautelar dictada por la Justicia a instancias del Defensor de Menores –que ha bicicleteado intervenciones clave como ante los problemas edilicios de la Bazán y Bustos– tres docentes que hacían dedo desde Colonia Avellaneda hacia Viale fueron amenazadas por dos jóvenes que portaban un arma de fuego y un cuchillo.
Los asaltantes no soportaron la defensa presentada por las docentes, que los golpearon. Las trabajadoras contaron ese mediodía con una excepcional cuota de furia para enfrentar esa inaceptable circunstancia que la condición de docente entrerriano les hizo vivir.
Así las cosas, el Gobierno sigue sin presentar propuesta salarial, en vez de ponerse a la cabeza de la emergencia por gripe A, propone el “autocuidado” y sigue sin resolver la larguísima lista de carencias que vulneran los derechos de quienes aprenden y enseñan en el sistema educativo entrerriano.
Ese mismo Gobierno amenazó hoy, además, con denunciar a los trabajadores por realizar asambleas.
(*) Secretario de Organización de la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (Agmer) por la Agrupación Rojo y Negro 1° de Mayo.