El humo que no deja ver

El humo que no deja ver

Abro la ventana en este veranito fuera de estación y el humo de las islas invade mis ojos, mis narices y mi casa, las cenizas hacen lo suyo con el patio mientras algunos funcionarios hablan por televisión o suben sus fotos a las redes sociales queriendo hacernos creer que se ocupan de los incendios en los humedales y que les preocupa la biodiversidad que se pierde bajo cada foco de fuego. Y esa desidia irrita más la dignidad de la ciudadanía consciente que el humo mis ojos cansados.

Mientras miles de rosarinos y rosarinas se movilizaban cortando la ruta, porque la situación de los incendios frente a su ciudad era y es crítica, en la capital entrerriana se dormía la siesta de la tranquilidad, respirándose un aire apenas sucio; el fuego estaba lejos y para qué preocuparse. Pero el humo llegó, el fuego llegó, y la queja llegó a esta Paraná a la que le cuesta tanto moverse ante una causa común.

Afortunadamente, corre por debajo del asfalto, como tantos arroyos, una fuerza imparable de asambleas, colectivos, foros y organizaciones que se han puesto esta lucha al hombro y planifican cuidadosamente una intervención urbana que le muestre a las y los responsables de estos incendios, que necesitamos como sociedad una ley que proteja los humedales del delta.

La indignación es tanta como la información que durante estos días circula por redes sociales y ha llegado a los medios masivos locales y nacionales.

Los noticieros titulan “quema de pastizales”, en una burda reducción de la biodiversidad que alojan los humedales: pérdidas de innumerables especies animales y vegetales que las generaciones futuras no llegarán a conocer si esto continúa.

Los legisladores se reúnen a debatir proyectos de ley de humedales y los productores del agronegocio siguen fomentando las quemas para ganar terreno para sus ganados, negocios inmobiliarios, cultivos y, por qué no, alguna factoría de cerdos.

Antecedentes

La situación no es nueva, tiene su historia, sus vueltas, su legislación olvidada y la memoria frágil de una sociedad que corre tras noticias fugaces.

Los humedales del Paraná que vemos arder sin control, son sitio RAMSAR (es decir, que su valor intrínseco como humedal es reconocido internacionalmente por una Convención Ambiental) y forman parte del PIECAS (Plan Estratégico para la Conservación y Aprovechamiento Sostenible de la Región Delta del Paraná), creado en 2008 para la función que expresa su nombre, pero jamás ejecutado. Un documento de más de sesenta páginas, con antecedentes, contexto físico y biogeográfico, lineamientos y recomendaciones, firmado por tres provincias y que muchos funcionarios han intentado desconocer, promoviendo emprendimientos inmobiliarios privados, ganadería intensiva y hasta una arrocera multinacional que haría uso de estos territorios por 99 años, allá por 2012.

El descabellado proyecto de las arroceras del Delta Entrerriano merecería un párrafo aparte, pero solo diremos que fue plasmado en la ley 10092, la cual fue derogada apenas dos meses después de su publicación, fruto de la lucha ambiental y la presión de provincias vecinas. Y que lectores y lectoras de estas líneas saquen sus conclusiones luego de observar las firmas de quiénes avalaron el proyecto y el doble apellido de un fiscal de estado eternizado en su cargo (el cual, por otra parte, ya figura como invitado en el tratamiento de un nuevo proyecto por el cual se pretende establecer un Régimen para el uso de los suelos y humedales de la provincia, evadiendo la comisión de Ambiente y promoviendo la destrucción de los ecosistemas, bajo el título de “uso sustentable”). Afortunadamente, la organización colectiva pudo dar forma a un reclamo rápido y contundente para evitar un desastre mayor del que ya estamos sufriendo.

Debates abiertos

Hablar de los incendios en las islas es incorporar al debate la legislación sobre manejo del fuego, los presupuestos mínimos para la preservación de los humedales, los arrendamientos, las tierras fiscales, el ordenamiento territorial, pero también la necesidad de la participación ciudadana, de la creación de inventarios colaborativos y de una revisión profunda de los modelos productivos. Sin ésta última, cualquier legislación será insuficiente.

En este sentido, son de destacar algunos proyectos que se están impulsando a través de amparos colectivos, para declarar al Delta Sujeto de Derechos, entendiendo desde una visión ecocéntrica que la naturaleza es un ser vivo más que no está separada del ser humano. He aquí un cambio cualitativo que en cada sector de la sociedad debemos incorporar. Para empezar, desde la educación, y por solo citar un ejemplo, cómo enseñamos lo que es un humedal, ¿un recurso natural o un bien común? El recurso se explota, el bien natural común se aprovecha de manera sustentable y comunitaria. Son tiempos de revisar los manuales escolares con qué nos formamos y con qué formamos, pero también son tiempos de actuar, exigir, participar, porque el fuego no pide permiso ni da prórrogas.

¿En qué momento nos desconectamos tanto de la naturaleza que decir Delta es pensar en pantanos improductivos y ante el humo que está destruyendo el futuro, solo escuchemos quejas por un patio sucio o preocupación por la dificultad para respirar?

Cerraré la ventana para que el humo de las quemas no invada mi casa. Apagaré el televisor para que los titulares vacíos no invadan mi reflexión crítica. Y saldré a encontrarme, tapaboca y distancia social mediante, con algunas, varias, muchas personas que, sintiéndonos parte y no dueñas de la naturaleza, todavía apostamos a la lucha colectiva y desde abajo para preservar los bienes comunes para ésta y futuras generaciones. Los que se sientan en las sillas del poder y ensayan caras de preocupación y discursos verdes para la cámara, son puro humo.

*María José López Ortiz es Secretaria de Educación Ambiental de AGMER Seccional Paraná. Foto: Carlos Andrade.

Publicado por Río Bravo el 06 de agosto de 2020.

http://riobravo.com.ar/pago-chico/costa-del-parana/item/1761-el-humo-que-no-deja-ver