“Derecho a la tierra, al ambiente sano y a la igualdad de género: Debates pendientes en nuestra educación”

“Derecho a la tierra, al ambiente sano y a la igualdad de género: Debates pendientes en nuestra educación”

“Derecho a la tierra, al ambiente sano y a la igualdad de género: Debates pendientes en nuestra educación”

Una tierra que produzca alimentos sanos, una escuela agrotécnica que recupere hectáreas para la educación rural, una educación que nos enseñe a pensar, a rechazar todo tipo de violencias y construir mundos más justos. ¿Es posible?

Las recientes noticias que se han dado en llamar “el caso Etchevehere”, nos permiten poner en debate cuestiones profundas que nos involucran como ciudadanía (y más aún como docentes). Es hora de superar la mirada partidaria, partidista, fanática y hasta violenta en muchos casos, que solo fragmenta, ensucia y limita las posibilidades de construir esta educación que soñamos.

Frente al modelo dominante para el que la tierra es un bien de mercado, un activo financiero al servicio de la economía globalizada, planteamos la tierra como un derecho social inescindible de la condición del ser humano. Esto implica asumir que la tierra sostiene la vida y también es parte fundamental en la conformación de nuestra identidad y cultura. Hoy, la lucha por la tierra para quien la vive y la trabaja está vigente en toda la extensión de nuestro país.
La consolidación del proyecto oligárquico de la generación del 80 alrededor del latifundio y la configuración de la Argentina como exportador de bienes primarios en el mercado mundial es la génesis histórica que explica gran parte de la situación actual. Latifundio y dependencia van de la mano como causas de la desocupación y el hambre de vastas mayorías, la contaminación de nuestras tierras, aguas y aire, la devastación de la naturaleza y la expulsión de campesinos, originarios y pequeños y medianos productores por la concentración de la tierra en pocas manos. Las políticas de estado, desde la dictadura a la actualidad han venido reforzando el modelo de concentración y dependencia. La defensa de los derechos humanos impone enfrentar este modelo y sus consecuencias.
Hablamos de cuestiones que tienen que ver con la satisfacción de necesidades básicas, como son la alimentación y la salud y del derecho a la tierra como aspecto fundamental de la identidad. Y en esto, exigimos que el estado sea garante fundamental de este derecho social.
Los hechos más recientes, en El Quebracho, en Guernica o en cualquier comunidad originaria configuran una denuncia contra el sistema económico, social y político profundizado por las políticas del neoliberalismo. La consolidación del monocultivo; la introducción de la siembra directa, transgénicos; el extractivismo en todas sus variantes; la usurpación de tierras por parte de los terratenientes o grandes grupos de la economía concentrada; el desguace de la subsecretaría de Agricultura Familiar por parte del entonces ministro de Agroindustria, Luis Etchevehere y la represión al pueblo que reclama por el derecho social a la tierra y la vivienda, van de la mano.
Los pooles de siembra, la apropiación con la complicidad del estado – y la intervención de todos sus poderes por acción o inacción- de tierras que se pagaron a $2500 la hectárea, cuando valían 2000 dólares, el desalojo de la escuela agrotécnica allí instalada, son en sí mismo la denuncia de la tierra puesta al servicio de la especulación, la concentración y el mercado. Frente a esto, reivindicamos la historia de nuestro sindicato en la defensa de las tierras de El Quebracho y contra el despojo a la escuela Agrotécnica nº 151. Reivindicamos la soberanía pedagógica y la soberanía alimentaria, que como pueblo podamos decidir qué se produce, para qué, cómo y con quiénes. Decisiones soberanas que no pueden estar en manos de los grupos económicos, de los monopolios transnacionales ni de la especulación financiera. Sino en manos del pueblo, con el estado como garantía del pleno ejercicio.

La crisis socio-ambiental que estamos atravesando tiene sus causas en este modelo extractivista que, en nuestra provincia, toma la forma del agronegocio (desmonte, monocultivo, fumigaciones con agrotóxicos, desplazamiento de poblaciones, concentración de la tierra). Ha sido tema de numerosos debates y encuentros propiciados por nuestro sindicato y compromiso asumido como lucha legal y pedagógica. Al decir “Paren de Fumigar las escuelas”, decimos también que necesitamos una urgente transición hacia la agroecología, porque el agronegocio no es compatible con la calidad de vida de nuestras escuelas rurales, ni con la calidad y variedad de alimentos que llegan a nuestras ciudades. Y porque sabemos que otra producción es posible en nuestra provincia, que no dañe la salud y que a su vez promueva el trabajo digno y el cuidado ambiental.
Por eso apoyamos el Proyecto Artigas y cada uno de los proyectos que surjan desde las bases, desde la ciudadanía, desde las comunidades campesinas que desde hace muchos años vienen peleando por hacer realidad la agroecología y la soberanía alimentaria. No apoyamos líderes sino proyectos que nos permitan construir una alternativa real y más inclusiva.
Como expresa Raúl Zibechi, los que cambian el mundo son los movimientos sociales, no los gobiernos. Porque los gobiernos que conocemos, desde hace muchas décadas y de los diferentes colores partidarios, solo han instalado y profundizado este modelo extractivista, concentrado y contaminante, haciendo ingresar la soja transgénica para que se imponga como única forma de agricultura, retirando impuestos y retenciones y luego decretando la fumigación con agrotóxicos como actividad esencial en plena pandemia.
Así como los cambios reales en educación, en cuestiones ambientales, de género y de derechos humanos, sabemos que la historia se construye desde abajo.

Las mujeres venimos sufriendo la violencia machista desde épocas remotas pero el sometimiento se profundiza con la invasión colonial. La dominación por parte de los conquistadores, que no ha sido solo sobre sus cuerpos y tierras sino también sobre sus ideas, se instaló como matriz y práctica específica través de construcciones de órdenes sociales, políticos y simbólicos durante siglos: el patriarcado.
De un tiempo a esta parte las mujeres, de distintas generaciones, venimos denunciando el sometimiento y las violencias que sufrimos para manifestarle al mundo que se han apropiado de nuestra fuerza productiva y reproductiva. Así hemos arrancado derechos, leyes y conquistado muchas luchas, pero cada uno de estos logros no se han conseguido en soledad, lo hemos logrado aunando fuerzas unidas y hermanadas. Por eso hoy abrazamos la causa de Dolores Etchevehere, mujer valiente, que ha vivido en carne propia la violencia machista de una de las familias más poderosas de nuestra provincia, y que ha tenido el valor de enfrentarse no solo a su familia sino también al poder y la justicia que durante años han sido cómplices, según consta su denuncia, de los poderosos y violentos.
La violencia económica, como forma de manipulación y control es una constante en la vida de las mujeres, porque nos somete al violento y en la mayoría de los casos nos lleva a padecer otras violencias. La violencia de género no hace distinción de clases sociales. Dolores ha hecho pública una lucha que viene transitando hace años y a la que la justicia y el poder se han encargado de ocultar y minimizar. Pero hoy Dolores no está sola, tiene el acompañamiento, la solidaridad, la fuerza y el abrazo de las mujeres que luchamos por erradicar la violencia de género.

Creemos que otro mundo es posible, uno más justo, inclusivo e igualitario. Por eso, nos debemos un análisis crítico de todos los discursos y slogans proferidos en estos días por los defensores de los privilegios de clase, patriarcales y cargados de manifestaciones xenofóbicas.
Sabemos que es posible si podemos construirlo, y para ello el mejor lugar es la escuela porque es allí donde podemos poner en cuestión ideas y aprender a deconstruir lo que hasta el momento hemos naturalizado. Allí está la oportunidad de empoderar niñeces que crezcan conscientes de la diversidad, libres de prejuicios y sin miedos.

Por eso desde este sindicato docente defendemos:
-La ESI, madre de todas las batallas para un mundo libre de violencias.
-Los Derechos Humanos, con la bandera de nuestros 30 mil compañeros detenidos desaparecidos, actualizando la lucha por memoria, verdad y justicia en la necesidad de exigir que la tierra sea para quienes la viven y la trabajan.
-La Educación Ambiental como semilla para crear conciencia ambiental y social, que promueva nuevas y sanas relaciones con la naturaleza y un profundo respeto por toda diversidad biológica y cultural.

El cambio ya está en marcha.

María Gabriela González, Secretaria de Derechos Humanos.
Carolina Elizabeth Acuña, Secretaria de Género y Diversidad.
María José López Ortiz, Secretaria de Educación Ambiental.
Agmer Seccional Paraná “Susana Peta Acevedo”